Si sé algo de periodismo se lo debo a los maestros que tuve en el
diario "Pueblo", el grupo Zeta, Cambio16 e "Informe Semanal".
Así lo
debieron creer quienes más tarde me otorgaron responsabilidades en la
fundación de Canal Sur TV, Diario16 Málaga, CNN+ y Cuatro.
Tras casi
cuatro décadas en esto, mantengo que el periodismo es el oficio más
bonito del mundo.
Me gusta perseguir historias y contarlas, ser testigo,
documentarme, tratar de entender los porqués y luego... esmerarme en
explicarlo lo mejor posible.
En eso estoy y quiero estar. Con el mismo
entusiasmo del primer día.
@juanjtortosa
Vaya por delante mi reconocimiento a la arquitectura
periodística de un programa como “Salvados” y a la pedagogía social que
supone su emisión en una cadena de televisión generalista.
Quede constancia también de mi innegociable afecto hacia Arturo Pérez
Reverte, en su día compañero casi de pupitre y objeto de maledicencias e
improperios que jamás tolero en mi presencia a envidiosos, maledicentes
ni papagayos varios.
Una vez dicho esto: A mí el programa-debut de temporada de “Salvados”
el pasado domingo me dejó cierta sensación de “coitus interruptus”.
Esperaba más de él. Esta primera entrega, en la que se desmenuzaba la
situación del barrio con más desahucios del país, y que servía como
paradigma de lo que vivimos en todas partes, creo que contuvo una
enjundia menor que el volumen de las expectativas que había generado.
¿Lo mejor del programa? Que todavía, habida cuenta del casposo
panorama mediático que sufrimos, sea posible emitir una hora de
televisión como esa, donde el espectador puede reconocer su vida misma,
su propia cotidianeidad.
“Salvados” transmite verdad y eso es ya tan
excepcional que hay que celebrar su existencia y brindar para desearle
larga vida.
Pero a mí la entrega del domingo me decepcionó.
Era todo demasiado
previsible. “Salvados” siempre transmitió un punto de tensión que eché
en falta en el programa del día 27.
El simpático gamberro que era Jordi
Évole, cuyas inocentes insolencias nos hicieron pensar tantas veces que
en cualquier momento le iban a romper las gafas de un tortazo, es ya un
personaje cuyo tirón convierte a veces a sus entrevistados en
admiradores arrobados, encantados del privilegio de compartir plano con
tan elogiado héroe televisivo.
Habían promocionado el programa anunciando aumento de presupuesto, lo
que ya es un notición en los tiempos que corren.
Espero que se note en
posteriores entregas, porque las localizaciones en Ciudad Meridiana no
creo que pusieran de los nervios al jefe de producción del programa.
Yo
pensé que igual se habían ido por el mundo con Pérez Reverte para
rememorar sus tiempos de reportero pero no, me lo encontré sentadito,
con chaqueta y bebiendo agua mineral.
Las intervenciones del experto que habló en el centro comercial, del
responsable de la asociación de vecinos, del amigo Pérez Reverte, la
directora del colegio o la simpática “monja-borroka” no fueron, a mi
modesto entender, para tirar cohetes ni para tanta lisonja como he
podido leer y escuchar estos días.
Insisto, el principal mérito creo que
reside en que cosas así, bien empaquetadas y seleccionadas, se puedan
emitir todavía.
A lo sumo hubo media docena de titulares:
-“Vengo a las reuniones de la asociación y cuento mis problemas. ¿O
qué voy a hacer, tirarme por el balcón como hacen tantos o ponerme para
que me pille un coche?” –decía uno de los vecinos.
-“Soy partidaria de la ocupación de pisos que los bancos tienen vacíos
si no se tiene donde vivir”, reinvindicaba la “monja-borroka”.
-“Me preocupa que los niños a los que alimentamos aquí no coman los fines de semana”, contaba la directora del colegio público.
- también de “chapeau” las referencias de Reverte a Trento y a la
guillotina, avanzadas ya en las promos del espacio, además del crudo
broche final instando a Évole a no empeñarse en buscar soluciones a
todo.
Pero yo no pensaba, igual estoy equivocado, que “Salvados” era un
programa para pontificar.
Empachados de tertulias como estamos, la media
ponderada del espacio del pasado domingo destilaba un cierto efluvio
tertuliano aunque eso sí,
progresista y de denuncia, algo a lo que ya
tampoco estamos acostumbrados ni siquiera en la Sexta, en cuyos debates
cada vez hay más fachas, se dicen menos cosas interesantes y se grita
más.
Luego, estaba la ausencia de tensión: la única ocasión en la que
pareció existir algo de tirantez fue cuando irrumpió en plano, durante
una entrevista al responsable de la asociación del barrio, una señora
que cuestionaba lo que contaba el entrevistado de Évole.
A partir de ahí
se fue creando un corro de vecinos y la escena empezó a cobrar
vida.
Pero la imposibilidad, imagino que técnica, de mantener todo el
plano-secuencia y recurrir a la edición acabó derivando en la
devaluación del conflicto latente:
El anciano xenófobo que despotricaba
contra los inmigrantes aparecía unas veces con carrito y otras sin él,
la irrupción del vecino que se quejaba de tener que pagar la luz y el
agua de los okupas pareció como si hubiera ocurrido tras recibir órdenes
de un regidor…
Buen trabajo, sí. Pero de ahí a elevar a las alturas el programa y
llamar “maestro de la televisión” a su conductor…
Lamento discrepar. Yo
esperaba y espero más de “Salvados”.
Quizás sea injusto, pero el listón
lo tenían ya mucho más alto de lo que yo vi el domingo y eso dota al
espectador de argumentos para aumentar sus expectativas.
Y si además
este año cuentan con más pasta, eso se tiene que notar más.
Elegir bien
un tema y enhebrar una buena historia a partir de las personas que
hablan sobre él es un aceptable comienzo.
Pero no la bomba, como nos lo han
querido vender.