lunes, 28 de enero de 2013

La casada pastelera


Camps y la inocencia. Las cosas y los animales son inocentes. Desde la moralidad, también son inocentes, por desconocimiento del bien y el mal (cualquier bien o mal) los seres humanos en su primera infancia. Además, está la inocencia legal, que es la que se opone a la culpabilidad (por falta de pruebas o lo contrario). Después, y en teoría, está la inocencia política que exime de responsabilidad, aunque en la práctica no exista a no ser que seas tonto de los cojones o imbécil del potorro, en cuyo caso tampoco existe, pero le añade más inri. Finalmente, como excepción a todas las taxonomías de la inocencia, está Camps, que es «absolutamente inocente» y está a la espera de un mejor destino, y que no se fue (diputado, miembro de un consejo jurídico, coche, chófer, secretaria y asesores) mientras le llega una rehabilitación tipo embajador en Estoeselcolmo, capital de Sucia. La última (?) inocentada que nos ha gastado el inocente absoluto es la deuda de 80 millones que nos tocará pagar por el Valencia CF, del que ya somos dueños. En fin: después de los años de desgobierno, despilfarro, victimismo genuflexo y patrioterismo sensiblero del irredento tridentino, yo creo que, al menos, deberíamos expropiarle la farmacia (I quina culpa tindrà la dona, collons?).
Bárcenas (almuerzos y meriendas) y la corrupción. Al tópico «no todos los políticos son iguales» se le enfrenta el falso supuesto de que «cada uno de ellos es diferente». Yo creo que el ser humano es social y que el mero hecho de serlo nos aporta afinidades inevitables sin menoscabo de algunas (incluso muchas e importantes) diferencias. Estamos, sin embargo, en una cultura de héroes y villanos y necesitamos individualizar lo bueno (el héroe) y lo malo (el villano). Esa visión nos permite el autoengaño de pensar que Franco fue el único español franquista, que Hitler fue el único alemán nazi y que Jack El Destripador es el único asesino en serie que te cagas. En esta dinámica parece que, hoy y ahora, oscilamos entre los dos extremos: o bien Bárcenas es el único corrupto del PP, tan único que ya ni siquiera es el del PP y lo que hizo, si lo hizo, lo hizo bajo el velo de la ignorancia de todos los órganos/miembros del partido, como si el riñón no tuviera ni puta idea de las arritmias del corazón; o bien todos los políticos son iguales y la corrupción irriga la vida política como la sangre caliente el cuerpo de un mamífero de sangre caliente. ¿Estoy intentando quitarle hierro al asunto o echarle más leña al fuego? Lo segundo, pero, por si todo falla, estoy haciendo también un curso de canalla para agenciarme un fondo buitre y merendarme las carroñas de un banco malo o, ¡qué más da!, malvado. (Fdo.: Amy Martín, también llamada Rosario la Soltera, de malnom La Casada Pastelera).

Martin Pacheco

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