ZONA CRÍTICA
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Iñigo Sáenz de Ugarte
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Iñigo Sáenz de Ugarte
La imagen
tenía una vis cómica indudable. O también dramática.
Los diputados que
abandonaron a la carrera sus escaños en el final de la sesión del jueves
parecían haber sido alertados de la existencia de una bomba en el
edificio. Lo único que faltaron fueron las sirenas o un diputado cayendo
por las escaleras agarrado a su billete de avión o tren.
Querían salir
de allí como fuera después de haber estado encerrados todo el día.
En el colmo del absurdo, el presidente, Jesús Posada, leyó unos
resultados de la última votación que no coincidían con los que aparecían
en el marcador electrónico. (*)
Y sin embargo, las
pullas e insultos recibidos por los diputados no fueron más que otra
andanada de la antipolítica y del resentimiento de los ciudadanos por
los privilegios, tanto los reales como los de ficción, de los que gozan
los diputados.
En el país de las apariencias, no se tolera que alguien
haga lo que querrían hacer los demás si tuvieran la oportunidad. De
hecho, ni siquiera se tolera que hagan lo que muchos hacen, pero eso es
otra historia.
La escena dice mucho de los problemas
de productividad en muchos centros de trabajo. Las jornadas largas y
extenuantes en las que lo que importa es figurar, no la actividad que
realices. No salir del trabajo hasta que el jefe lo haga. Las dos horas
para comer porque el jefe a fin de cuentas no vuelve hasta las cinco.
Los problemas de conciliación que suponen estos horarios, y, sí, también
para los odiados diputados. Estar al pie del cañón es una frase que se
usa con frecuencia. ¿Haciendo qué? Eso es menos importante.
Es difícil sentir compasión por los políticos cuando son ellos los que
han aprobado las normas que convierten el Congreso en una cámara
funeraria, esclerotizada por mayorías absolutas, un control muy
superficial de la acción de gobierno, diputados que leen sus discursos
como si fuera la lista de la compra o que son incapaces de ajustar su
intervención al tiempo asignado porque han escrito de más (y lo tienen
que leer todo), y un presidente del Gobierno que aprovecha el tiempo
ilimitado con que cuenta para propinar al hemiciclo ladrillos
infumables, como el de esta semana en el debate sobre la última cumbre
de la UE.
Lo que debería importar es lo que hagan
los diputados mientras estén en el Congreso, no la "dignidad del cargo",
expresión patéticamente antigua muy empleada tras ver estas imágenes.
La tragedia para ellos es que los medios de comunicación no pueden
resistir la tentación de ofrecer esas imágenes, pero no todos, sobre
todo las televisiones, informarán de lo discutido y aprobado en la larga
jornada parlamentaria.
Importa también que los
diputados de fuera de Madrid puedan tener tiempo para coger un avión o
tren y poder así regresar a sus ciudades y ver a sus familias. "Estoy en
el Congreso desde las 9, he intervenido en debate 3 leyes, perdía el
avión y tengo derecho a dormir con mi familia", dijo Joan Coscubiela.
Ese también es el problema porque mucha gente, atemorizada por perder
su puesto de trabajo, hace tiempo que tuvo que tirar por la borda sus
preocupaciones familiares y quedar atado a la mesa como en una galera en
un ambiente de intimidación que se conoce muy bien en muchas empresas.
Si hasta despiden a embarazadas, qué no pasará con los que necesitan
salir antes de tiempo para atender a sus hijos o a un familiar enfermo.
¿Importa mucho que esa persona haya hecho el trabajo que tenía
encomendado? Importa, desde luego, pero no cuando lo que se valora es la
apariencia o la "dignidad en el cargo".
Sólo
quedaban 30 segundos para que se conociera el previsible resultado de la
votación y se levantara la sesión cuando se inició la desbandada.
La
reputación de un sistema político no se puede medir por esos 30
segundos, sino por lo que ocurrió en las diez horas anteriores. Es ahí
donde está el problema.
---
(*)
Me recuerdan que no hay tal error en el caso de Posada. A los resultados
que se vieron en el marcador, hay que sumar los seis votos realizados
de forma telemática por diputados que no estaban en el hemiciclo.
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